Amanecer Espiritual

CAPITULO SEXTO

Los Celos

El Odio

El Dolor

La Critica

La Fraternidad


Continuamos desarrollando todo lo referido a nuestras debilidades humanas.

Los Celos


Es la total falta de valoración y autoestima, es transformar el amor comprensivo, tolerante, protector, en amor posesivo, evidente reflejo de nuestro amor propio.
Cuando amamos a una persona, creemos que ella nos pertenece y exigimos que solo nos atienda a nosotros. Creemos tener derechos sobre ella, cuando en realidad tenemos obligación de protegerla, de ayudarla, de guiarla, de amarla sanamente, de no transformar ese amor en algo posesivo, en egoísmo.


Lo que hace tan agudo el dolor de los celos es que la vanidad no puede ayudar a soportarlo.
HENRI BEYLE (STHENDAL)

Y no solo hablamos en el amor de pareja, también se manifiesta esta vibración negativa en los padres hacia sus hijos de quienes creen ser dueños, de los hermanos mayores que se arrogan ascendencia sobre sus hermanos menores, entre amigos que también los poseemos y no queremos compartir.
Nadie nos otorga ese derecho o sea que lo creamos nosotros, pues como sabemos cada ser és por sí mismo, es individual, es único, con su propia elíptica evolutiva y sus propias experiencias.
Debemos advertir que ni siquiera Dios, ente creador, se arroga el derecho sobre sus criaturas, nos da el libre albedrío, facultad inherente al espíritu que nos permite elegir por sí mismo en cualquier situación que nos encontremos, nos da la voluntad que la aplicamos en todos los actos de nuestra vida, tanto espiritual como humana; solo debemos responder a las leyes espirituales que marcan el orden y la justicia y que por sobre todas las cosas es el amor puesto en acción.


El amor representa la Ley Superior y única de la vida... Y eso cada uno lo sabe y lo siente en lo profundo de su corazón.
LEON TOLSTOI

No solo sentimos celos por quien amamos, sino que nos ponemos celosos de los logros sociales, económicos o políticos de nuestros semejantes.
El amor es verdadero cuando es desinteresado, cuando se da sin esperar ni exigir reciprocidad, sin considerarse con derechos adquiridos, sin pedir absolutamente nada en pago, sea amor de esposo, amor de hermano, amor de hijo, amor de amigo, amor de madre.
Este es el concepto de amor que debemos practicar y transmitir a los demás, y debemos transmitirlo con nuestras acciones, no con palabras, pues la acción golpea en el alma de quien la observa. Debemos irradiar esa vibración de amor desinteresado que será asimilado por las almas que nos rodean, que toman contacto con nosotros.
Solo podremos hacerlo con palabras cuando estemos seguros de haberlo logrado en nosotros, pues la palabra debe ir apoyada en la vibración respectiva. Si así no fuera nuestras palabras sonarán en vano, pues no tendrán el apoyo vibratorio necesario.
El concepto del verdadero amor, amor desinteresado, amor que redime, amor que protege, amor que comprende, amor que tolera, hará cambiar la vida humana de relación que tanto daño trae actualmente con sus constantes pugnas, tratando de imponernos a los demás con nuestras propias ideas y pensamientos.
Debemos cambiar los conceptos en nuestra propia vida, en nuestra propia familia, vivir en este nuevo concepto del amor y difundir ese nuevo concepto entre todos los hombres.
Si logramos difundirlo en el ambiente que nos rodea, habremos dado un paso muy importante en beneficio de la humanidad, pues si cada uno de nosotros actúa de esa manera con su propio entorno, todo irá cambiando.
Cuando hablamos de ayudar a la humanidad, no es algo utópico, es real, pues nuestra vibración se expande y puede ser recibida por quien esté en conexión vibratoria con ese concepto, quien a su vez puede irradiarla hacia otro sinnúmero de personas, de esta manera no tenemos la menor idea de los miles y miles de seres que pueden ser beneficiados, constituyéndose cada uno de ellos en un pequeño foquito que alumbra a los demás.
Es evidente que ésta es una tarea espiritual de amor hacia nuestros hermanos, que nos beneficia en nuestra evolución y progreso.

El Odio

Dice el diccionario: "antipatía y aversión hacia alguna persona o cosa cuyo mal se desea".
Es la vibración contraria al amor. Es el amor transformado a negativo. El amor es el origen de nuestro mayor bienestar, el odio es el origen de nuestros males. Podemos recordar aquí un concepto espiritual muy importante: toda vibración que une es positiva, toda vibración que separa es negativa.
La familia, los pueblos, los países, la humanidad entera puede encontrar en el amor la paz, el progreso, la armonía, la felicidad; en cambio en el odio solo encuentra la destrucción, la separación, las guerras e infinidad de males que solo le traen atraso en su evolución y progreso.
Si solamente sentimos amor hacia los demás seremos muy felices ya que nuestros pensamientos, sentimientos y hechos vuelven a nosotros, pero también los negativos, por lo tanto debemos cuidarnos como pensamos, sentimos y obramos.
Recordemos; sólo le llega a cada ser lo que corresponda por ley, o sea que el odio que manifestamos puede llegarle o no al otro ser, en cambio siempre nos afecta a nosotros, en nuestra evolución y progreso.
La ley del amor es constante en toda la creación, es la ley origen de la creación y por lo tanto rige todos nuestros movimientos espirituales y humanos.
Si tenemos prejuicios raciales hacia un grupo determinado, por ley, deberemos encarnar en él, tantas veces como sea necesario hasta que amemos a ese grupo en el que estamos inmersos y que fuera blanco de nuestras aversiones.
Así la ley permite redimir nuestros males, Esto es solo un ejemplo.

El Dolor

Dice el diccionario: " Sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo causada por ciertas lesiones o algunos estados patológicos // Sentimiento aflictivo comparable al dolor y que se padece en el ánimo"
El dolor está consubstanciado con nuestra vida humana en forma tal, que creemos que debe, ineludiblemente, ser dolorosa. Creer esto significa ignorar el amor y la justicia de Dios, pues la vida humana es un medio que Él nos proporciona para poder obtener el progreso espiritual que necesitamos, y el dolor es, en cambio, producto de la acción realizada en oposición a la ley del amor.
El dolor puede ser, moral o físico, pero en ambos casos es un síntoma, un llamado de atención que recibimos a fin de atender nuestra salud, física o espiritual. Si desatendemos ese llamado, si no procuramos descubrir la causa del dolor que nos aqueja, el mal se agrava y el dolor, necesariamente se intensifica, porque la finalidad del dolor no es castigar sino señalar un mal, sea éste un mal físico o un mal espiritual y hacernos reaccionar para atender ese mal .
Si vivimos siempre en armonía con la ley Divina, tanto en el aspecto físico como en el aspecto moral, la vida humana no estaría como está, acosada por toda la gama del dolor; pero hemos desoído la voz de la conciencia y no quisimos detenernos a discernir sobre lo que debíamos y no debíamos hacer.
La ley de la vida recoge hasta la mínima vibración del bien y del dolor que causamos o deseamos causar a otros (ley de causa y efecto), y esas vibraciones retornan, antes o después, a su punto de origen, es decir, a nosotros.
No debemos rebelarnos ante las pruebas dolorosas, debemos analizar las circunstancias que rodean a las mismas a la luz de los conceptos espirituales que estamos recibiendo. Comprenderemos así la causa y la finalidad, y conociéndolas estaremos en mejores condiciones de eliminar ese dolor de nuestra vida.
En cambio si nos rebelamos las pruebas dolorosas no pueden cumplir con su finalidad y en consecuencia deben repetirse y cuanto más nos rebelamos con más intensidad recibimos las pruebas y ello no será castigo sino amor, pues a pesar de nuestra rebeldía la ley nos sigue dando la oportunidad de superar.
La ley nos da las oportunidades que necesitamos, una y otra vez, a fin de superar las pruebas necesarias para nuestra evolución y progreso.
Sabiendo que el dolor es siempre efecto de una causa que nos pertenece, no nos resulta difícil, mediante el permanente análisis de nosotros mismos, llegar a conocer la causa de nuestros dolores, físicos o morales, y esforzarnos en remediarla, sin olvidar nunca que las leyes divinas son exactas y perfectas y no nos premian ni nos castigan; el bien y el dolor que llegan a nuestra vida son un bien y un dolor que, habiendo en algún momento emanado de nosotros, retornan ahora a nosotros.
Debemos repetir que ningún dolor llega a nuestra vida que no corresponda, y llega en las condiciones para la cual estamos preparados. Ninguna condición de dolor puede ser superior a nuestras fuerzas por que esa es la justicia de la ley divina. No olvidemos que las leyes responden siempre de acuerdo con nuestro punto evolutivo.
Nadie que nos desee un mal puede interferir en nuestras vidas si ese mal no corresponde ser vivido. Nada pueden hacernos que no hallamos merecido por nuestro accionar en contra de la ley del amor. Debemos tener la absoluta certeza que esto es así, pues es la manifestación del amor divino a través de sus leyes.
Si la ley responde solo con hechos felices y aparta de nosotros el dolor, no es amor, pues la superación de los hechos dolorosos es la que nos purifica, la que nos permite avanzar en nuestro camino a la perfección.
Muchas veces pasamos por hechos felices que nos alejan del dolor y nos ayuda a persistir en nuestro camino espiritual.
No nos apartemos de nuestro camino, tratemos de superar los dolores que nos permite aliviar nuestro “lastre” de vibraciones negativas..
Esto quiere decir que al momento de encarnar tenemos un punto evolutivo logrado; si luego en esta encarnación solo nos rodeamos de vibraciones negativas por nuestras malas acciones o nos rebelamos y nos apartamos del camino espiritual, para lograr nuevamente el punto que habíamos tenido al comenzar la encarnación, deberemos primero limpiar todas esas vibraciones negativas para poder estar en ese mismo punto.
Esto significa que necesitamos mucho más tiempo, solo para lograr el punto anterior a nuestro desvío, y por lo tanto un retraso en nuestra evolución y progreso.
Debemos entender que el amor divino no permite jamás que llegue a nosotros un dolor que no corresponda.
Vemos, así, que necesario es lograr vivir los conceptos espirituales, es decir, lograr la verdadera Conciencia Espiritual, que nos ayuda no solamente a conocernos a nosotros mismos, sino también a evitar futuras experiencias dolorosas.
No nos apartemos ante el dolor de los demás. Pensemos que si teniendo conciencia espiritual cuesta muchas veces no rebelarse ante el dolor, que queda para nuestros hermanos que no lo tienen. Acerquemonos a ellos con los brazos abiertos, con una palabra cariñosa, con una sonrisa, con un gesto cordial, escuchemos sus desventuras, ayudemos con un pensamiento positivo, con palabras de alivio. Todos somos espíritus en proceso de evolución y progreso.
Sabemos que el dolor es la respuesta a nuestros pensamientos, a nuestros sentimientos y a nuestros hechos negativos, por lo tanto debemos analizar muy bien nuestros pensamientos, nuestros sentimientos para que no den lugar a un hecho negativo que luego se traduce en dolor para nosotros.
La ley siempre utiliza todo en positivo, aun los hechos negativos, en este caso para permitir a otro ser pasar las pruebas necesarias para su evolución y progreso, pero eso no impide que constituya para nosotros una deuda con la ley del amor.
Si no nos apartamos del camino del bien, si vivimos de acuerdo con la ley divina, jamás hemos de sufrir guerras, temores, enfermedades y miseria, y la vida de relación, organizada con verdadero sentido fraterno, no privará a nadie de lo necesario ni permitirá el despilfarro de lo que otros pueden necesitar.
No existiendo el egoísmo ni la ambición y viviendo en verdadero amor fraterno, nadie pretenderá acaparar bienes ni enriquecerse a expensas del sacrificio o la miseria de otros; toda necesidad recibirá inmediata ayuda y la prosperidad será común a todos y no privilegio de algunos. Tengamos siempre presente que viviendo en el amor se recibe felicidad; pero viviendo en el desamor y el egoísmo, ineludiblemente se recibe dolor.

La Critica

Dice el diccionario: "Acción de censurar las acciones o la conducta de otro, o de hacer notar sus defectos"
Hemos escuchado "Quien esté exento de culpa que tire la primera piedra", esto nos hace razonar que debemos analizar y superar nuestros propios errores antes de juzgar los errores de nuestros hermanos. Y si estamos exentos de culpa, no es más beneficioso ayudar a nuestros hermanos a que ellos también lo estén?.
También llamamos crítica al cambio de opiniones, de ideas, sobre determinados seres o sobre determinados hechos, con finalidades constructivas; eso en realidad no es crítica, sino ayuda para encontrar la verdad.
Por supuesto que tiene que ver en definitiva con que vibración hagamos la crítica.
Debemos observar si nuestra vibración es de ayuda, de comprensión, de tolerancia, o es simplemente una opinión desmedida, teñida de celos, de envidia o de otras facetas de nuestro amor propio.
Debemos amarnos los unos a los otros porque del sentido de fraternidad, de entendimiento, nace la verdadera comprensión y la fuerza capaz de alejar a la humanidad del camino de la destrucción por el cual transita, impulsada por odios y ambiciones, y por su ignorancia de los conceptos espirituales verdaderos.

Ahora pasaremos a describir las facultades que debemos ir desarrollando en nuestra elíptica evolutiva.

La Fraternidad

¿Qué es la Fraternidad? ¿Cómo debemos considerarla y cómo debemos practicarla?
¿Como la define el diccionario? "Unión y buena correspondencia entre hermanos o entre los que se tratan como tales".
Por lo tanto es vibración que une, es tolerante, comprensiva, amorosa, que ama a todos y a todo, comprendiendo que todo lo que existe tiene un mismo origen en la fuente divina de creación y además de ser una facultad de nuestro espíritu tenemos un "nacimiento" en común: somos hermanos.
Si nos detenemos a pensar en lo que significa esa relación que nos une a todo lo que existe en el universo, si nos ponemos en contacto con los astros que nos rodean sentiremos una sensación indescriptible en nuestra alma, eso es la fraternidad.
Millones y millones de almas están unidas a nosotros por el lazo fraterno, pero es necesario que también nosotros nos sintamos unidos a todas esas almas hermanas.
Si como alma encarnada, es decir como humano, logramos comprender que la fraternidad es ley de vida, reconocemos como hermanas a todas las almas que se encuentran encarnadas en la tierra, nos sentiremos sumamente felices expresando nuestro amor a todos y procurando que los demás comprendan esa verdad y puedan sentirse felices.
Si no sentimos amor no podemos dar amor, si no sentimos paz no podemos irradiar paz, si no estamos armonizados no podemos irradiar armonía, y así con todas las vibraciones.
No importa lo que sientan los demás, nosotros debemos sentir el amor, para poder darlo; nada podemos dar que no esté en nuestro interior. Ninguna vibración sale de nosotros sino está en nosotros.
Sin embargo, cuando estamos encarnados nos encontramos sometidos a la influencia material del mundo y, como al encarnar no recordamos nuestra vida en el espacio, frecuentemente la influencia material llega a dominarnos y nos lleva por caminos de desamor y hasta de odio.
Viviendo sin amor nuestra alma no puede sentirse feliz, y viviendo con odio nos sentimos inmensamente desdichados.
Quienes vivimos en amor disfrutamos al máximo de todo lo hermoso y agradable que brinda la vida, y cuando debemos sufrir nunca nos desesperamos, porque el amor de los demás nos rodea y nos consuela y nos permite comprender las circunstancias por la que pasamos.
Cada vibración atrae por afinidad la misma vibración. Recordemos la ley de afinidad.
Nuestra vibración de amor se une con la vibración de amor de nuestros hermanos, en cambio, si vivimos sin amor nos sentimos siempre solos con nuestros dolores y nada nos proporciona satisfacción ni alegría verdadera, atrae además vibraciones negativas que refuerzan nuestro estado anímico.
Separados en razón de diferencias de ideas, de religiones, de razas, de países, nos volvemos fácilmente unos contra otros y llegamos a odiarnos y a sentirnos enemigos. Pero esto no hace que en nuestro interior halla amargura? Realmente nos sentimos felices vibrando en todas estas vibraciones negativas?.
A veces nos sentimos felices desde el punto de vista humano que es una felicidad engañosa, pues solamente logramos lo que humanamente ambicionamos, pero que no es nuestra verdadera necesidad, sino una necesidad ficticia, creada siempre por nosotros mismos.
Si equivocamos el camino y en vez de vivir en fraternidad, que es amor verdadero, vivimos en desamor y egoísmo, no solamente nos aleja de nuestros hermanos, sino que despierta en nosotros ambiciones que nos impulsan a las más bajas acciones hacia los demás.
Por eso, desconfiamos de todos, tememos ser engañados o atacados.
Por lo general suponemos muy erróneamente que el amor es un mero sentimiento humano que no estamos obligados a sentir, y que para ser feliz nos basta con lograr todo lo que ambicionamos. En consecuencia, sólo nos preocupa nuestro bienestar material, poder, riquezas, y cuando llegamos a obtenerlos comprobamos que nada de eso satisface el íntimo deseo de nuestra alma.
Nuestra alma necesita amar y ser amada, porque el alma debe vivir en su ley, y la ley Divina es amor. Por lo tanto, sólo viviendo en amor, sólo amándonos unos a otros podemos los hombres alcanzar la felicidad que es la unión amorosa entre todos, que es la verdadera fraternidad.
¡Que diferente sería la vida humana si nuestra relación fuera realmente fraterna!
Existiría armonía, comprensión, respeto, tolerancia mutua y permanente ayuda del uno hacia el otro, desaparecerían el engaño, la envidia y el egoísmo, podríamos confiar y confraternizar con los hombres de cualquier país, de cualquier raza o religión.
Si cada uno pensara en las necesidades de nuestros semejantes y no en nosotros mismos, siempre habría quien piense en nosotros y se preocupe por nuestras necesidades.
¿Es esto imposible de lograr? No; sólo es necesario que cada uno trate de cambiar en lo íntimo de su sentir y de su pensar, y rápidamente se producirá el cambio en toda la humanidad. La gran mayoría de los hombres ignoran que sólo amando podrán sentirse felices; ignoran que la fraternidad es ley de vida y, en consecuencia, deben y necesitan vivir en ella.
Por lo tanto, no sólo es necesario sino apremiante que el conocimiento de esta verdad llegue a todos, hombres, mujeres y niños, para que todos sepan cómo deben y cómo necesitan vivir.
Quienes conocemos esta verdad tenemos el deber de difundirla al máximo, para que todos puedan liberarse de odios y temores y comenzar una vida de paz y de armonía, una vida feliz.




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