CAPITULO SEPTIMO
Dice el diccionario: "Potencia del hombre que mueve a hacer o no hacer una cosa".
La voluntad es una vibración de nuestro espíritu que podemos definir como facultad espiritual, inherente a nuestra calidad divina.
La voluntad es vibración con la cual "nacemos" a la vida espiritual y evoluciona en nosotros a medida que vamos evolucionando, pertenece a nuestro aspecto eterno y por lo tanto la posee nuestro espíritu cuando encarna como humano.
Es vibración que pertenece a nuestra mente espiritual y va desarrollándose a medida que evolucionamos como "semilla divina", hasta entrar en acción juntamente con la facultad de libre albedrío que aflora cuando adquirimos conciencia de bien y de mal, es decir nos transformamos en "conciencia plena".
Esta vibración se manifiesta a través de su propio cuerpo, el cuerpo de la voluntad, constituido por vibraciones físicas invisibles, así como la mente se manifiesta a través del cuerpo mental.
A través de ese cuerpo físico invisible, el más sutíl, el espíritu puede expresar su voluntad espiritual cuando está encarnado; sin embargo como ese cuerpo físico está sujeto a la intensa influencia vibratoria de nuestro plano, puede ser influido por las vibraciones densas y negativas de este mundo; de ahí que la voluntad humana sea tantas veces voluntad de mal en vez de ser voluntad de bien.
Al "nacer" la "semilla divina" solo es mente, es decir sustancia mental divina; todos los otros aspectos los va adquiriendo en su elíptica evolutiva y ello le permite ir desarrollando las vibraciones que le son inherentes, tales como conciencia, libre albedrío, discernimiento y voluntad.
La voluntad humana es el reflejo en el plano físico de esa vibración espiritual y como tal, tiene jerarquía sobre la mente y el alma humanas, por ser vibración más sutíl.
Si logramos fortalecer nuestra voluntad, nunca nos veremos esclavizados por las vibraciones mentales y emocionales-sensoriales, ni físicamente, pues al tener ya una jerarquía vibratoria, solo debemos desarrollarla.
Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad. ALBERT EINSTEIN |
Por eso es muy necesario ejercitar constantemente la acción de la voluntad, comenzando por los aspectos que nos pudieran parecer pueriles, pero que no lo son, pues sino podemos con esos aspectos menos aún podremos hacer frente a circunstancias mucho más importantes.
Debemos comenzar por ejercitarnos en algunos de esos aspectos menores, por ejemplo: Si acostumbramos a dejarnos influir por algún vicio de poca importancia comencemos a trabajar sobre él, tratando de evitarlo por un lapso corto de tiempo. Debemos oponer nuestra voluntad a todos los estímulos que nos lleguen.
Si lo logramos debemos ir extendiendo ese lapso hasta lograr superarlo en forma permanente.
Así estaremos preparándonos, en nuestra voluntad, para superar todas las barreras humanas que se nos presente.
Al hacerlo sobre algo pequeño nos parece sin importancia, pero nos da la oportunidad de fortalecer nuestra voluntad, sin perjudicar a nadie. Este ejercicio ayuda a fortalecer nuestra voluntad a los reclamos físicos que tanto influyen en nosotros, a los vicios tan perjudiciales, a los excesos de todo tipo.
La materia no debe esclavizarnos en forma alguna, por el contrario, debe ser servidora e instrumento de nuestro espíritu.
Cuando los reclamos de nuestra vida humana nos aparten del camino de la perfección, de nuestra necesaria sutilización, de nuestra necesaria elevación espiritual, debemos reaccionar y anteponer firmemente nuestra voluntad.
LA CONQUISTA DE LA VOLUNTAD
El español Enrique Rojas hace un análisis enriquecedor y profundo sobre el tema que abordamos: la voluntad, concebida como la fuerza que posibilita las transformaciones en la vida del ser humano. La voluntad es una aspiración que exige una serie de pequeños ensayos y esfuerzos, hasta que una vez educada, se afianza y produce sus frutos. Para educarla, en primer lugar hay que huir del culto al instante, al facilismo, a la inmediatez, aspectos estos característicos de un mundo actual que los premia y los favorece. Debemos renunciar a la satisfacción que nos produce lo urgente. Lo inmediato puede superarse y rebasarse cuando existen otros planes a los que nos hemos adherido y que han sido incluidos dentro de nuestro proyecto de vida, el cual no se improvisa, por el contrario, se diseña. La voluntad es determinación, firmeza en los propósitos, solidez en los objetivos y ánimo ante las dificultades. Todo lo grande del hombre es hijo de la abnegación; por ejemplo, la entereza de volver a empezar, cueste lo que cueste, privándose a veces de cosas buenas, pero que en ese momento exigen un recorte para después dirigirse hacia objetivos de mayor trascendencia. Quien tiene educada la voluntad es más libre y puede llevar su vida donde quiera. (continúa) El hombre de nuestros días, convulsionado y un tanto perdido, deambula de un sitio a otro, muchas veces sin referentes claros. Cuando la voluntad se ha ido formando sobre la base de ejercicios continuos, está dispuesta a vencerse, a ceder, a dominarse, a buscar el mejoramiento. La educación de la voluntad debe estar edificada sobre la alegría, que nos conducirá poco a poco a ser mejores. Pero no hay que confundir los cambios que podamos producir, con hacer grandes gestas, cosas increíbles, ni renuncias extraordinarias. El hombre con poca voluntad está amenazado porque lentamente se vuelve más frágil y cualquier contratiempo, por pequeño que sea, lo hace desviarse de lo trazado. De allí la importancia de educar la voluntad para ser artífices del cambio y no víctimas de arrebatos, desganos e indiferencia. Para educarla es importante partir de una fuerte y clara motivación y de un orden. La vida ordenada produce tranquilidad y sosiego. Por eso, cuando alguien se va acostumbrando a aplazar las tareas previstas, no se da cuenta de que por ese camino acabará debilitando su voluntad y que cada vez se verá más incapaz de sobreponerse a los momentos difíciles y de cansancio. La constancia constituye otro de los pilares de la voluntad. En la vida humana, el binomio orden-constancia es inseparable y habita en el hombre con voluntad, el cual está gobernado por una capacidad de perspectivas amplias, de ver a lo lejos, pero sin variar fácilmente los objetivos propuestos. La alegría es otro aspecto que favorece la construcción de la voluntad. Puede ser un sentimiento legítimo cuando se ha logrado alcanzar una meta prevista, en cualquier aspecto de la vida. Esta alegría opera como nuevo estímulo para la adquisición de nuevos logros, nuevos emprendimientos. La alegría lentamente se va transformando en felicidad cuando el ser comprueba de qué manera puede moldear su personalidad errónea para lograr pequeños cambios que lo gratifiquen y lo conduzcan a la autorrealización personal. Allí radica la felicidad que brinda la conciencia de estar en el camino correcto, de hacer aquello que entendemos que es lo que se debe hacer a pesar de las dificultades, de ciertas opiniones, de los contratiempos y limitaciones de la vida moderna. Aprendamos entonces a fortalecer nuestra voluntad y con ella, unir nuestros pensamientos a todo lo que sea superior, a la armonía universal. ENRIQUE ROJAS |
"La voluntad enérgica y disciplinada es todopoderosa. Cada persona debe conquistarse antes a sí misma, es decir, educar su voluntad a fin de poder vencer en los combates de la vida. Y estos combates, los más frecuentes y de mayor trascendencia, son los que debemos librar individualmente para la conservación y el restablecimiento de nuestra salud integral: del cuerpo y del espíritu". SANCHEZ AIZCORBE. |
No olvidemos que nuestra experiencia en planos de forma, planos físicos, comienza desde lo más denso a lo más sutil, por lo tanto prima primero la vibración física, luego la vibración emocional, después la vibración mental y por último la vibración de la voluntad, la más sutíl de las vibraciones.
En la humanidad actual es evidente que el predominio lo tiene la vibración emocional, aunque halla en ella todavía algunos seres que estén en el "punto" de predominio de la sensación física, y otros que son los menos, en el predominio de su aspecto mental.
El paso siguiente de la humanidad debe ser el predominio de la mente y luego llegar a través de las experiencias al predominio de la voluntad.
Pero los seres que seguimos un camino espiritual, como el nuestro, debemos ejercitar nuestra voluntad para ayudar con esa vibración a la humanidad a dar el próximo paso.
En el reino animal así como en el comienzo del humano, el aspecto sensorial es el más necesario para la supervivencia y la conservación de la especie, pero a medida que vamos evolucionando y progresando espiritualmente, también van evolucionando y progresando nuestros cuerpos físicos invisibles, y así el aspecto emocional de nuestra alma va prevaleciendo sobre la mente y la voluntad.
A medida que progresamos evolutivamente el aspecto mental va prevaleciendo sobre el alma hasta que finalmente, y siempre de acuerdo al proceso de evolución y progreso, es la voluntad la que ejerce influencia jerárquica sobre la mente y el alma. No olvidemos que la voluntad es más sutil que la mente, y ésta a su vez es más sutil que el alma, por lo tanto así debe ser la prevalencia.
El animal tiene una pseudo voluntad, una pseudo conciencia del bien y del mal, máxime si es un animal que está en contacto con los seres humanos, porque su aspecto mental está influido por las mentes humanas que lo rodean y muy especialmente por la mente de su amo, pero lógicamente el animal tiene como primer impulso siempre, el instinto de su propia conservación, el instinto de conservación de la especie y todo aquello que ha adquirido en su elíptica densificadora recorrida hasta ese momento.
Así como la voluntad no desempeña un papel importante en el animal, tampoco puede desempeñarlo en un "recién nacido" al punto de "conciencia plena", es decir en un hombre primitivo, pues este procurará, en primer término, su subsistencia y la procreación, sin embargo, ya tiene un cierto conocimiento de lo que debe hacer y de lo que no debe hacer.
A medida que evolucionamos y progresamos nuestro aspecto de conciencia y de voluntad va adquiriendo la fuerza suficiente para poder comenzar a superar las pruebas que el plano nos presenta. Entonces comenzamos a discernir entre el bien y el mal y nuestra alma humana tiene ya algo de capacidad para amar, y comienza a reemplazar el deseo o la sensación por el amor. Todo es progresivo; a medida que se va produciendo esa evolución en el uso de los cuerpos físicos invisibles, la voluntad va tomando incremento, y comenzamos a discernir.
Recapitulando, aparece en nosotros primero el instinto, que nos da la fuerza para sobrevivir; después aparece la sensación que nos permite empezar a "sentir" lo que nos sucede; luego aflora el aspecto más sutil que es nuestra alma humana incipiente y aparece el afecto, el amor a las personas, a los animales, a las plantas, a las cosas, se desarrolla hasta que comienza a actuar más fuertemente el aspecto mental, que nos induce a hacer las cosas con una cierta lógica, sobreponiéndonos a nuestras sensaciones o a lo que nuestra capacidad afectiva reclama.
Todo este proceso es regido por nuestra voluntad espiritual, pero como aún su manifestación es débil, puede ser que nos sugiera tomar una decisión, pero como nuestro aspecto emocional-sensorial es muy fuerte, caemos en lo que más nos gusta o en lo que acostumbramos.
Por eso las experiencias llevan miles de años, hasta que desarrollemos el cuerpo de la voluntad para que prevalezca sobre los otros aspectos.
Cuando logremos que prevalezca constantemente nuestra voluntad habremos logrado el mayor punto evolutivo de plena conciencia.
En resumen: el cuerpo físico invisible de la voluntad es el más sutil, luego el cuerpo mental y después el cuerpo emocional-sensorial o alma. En cada uno la sustancia que los conforma es de calidad diferente. Así como la vibración del cuerpo mental y la del cuerpo emocional-sensorial o alma, responden a las vibraciones de la mente espiritual y el alma espiritual, el cuerpo de la voluntad responde vibratoriamente a la voluntad espiritual.
El libre albedrío es una facultad inherente a nuestro aspecto espiritual que al reflejarse en nuestro aspecto humano nos infunde un ansia permanente de libertad. Por eso somos capaces de no detenernos ante ningún obstáculo ni sacrificio para vivir en libertad.
Podemos ver en nuestra historia las grandes luchas contra la esclavitud, muchas de ellas impulsadas por seres muy evolucionados, en algunos casos seres divinizados, como Moisés y Jesús.
En este último caso, sembró la vibración de amor que logró que muchos hombres comenzaran una nueva era y reconocieran la enorme injusticia que es la esclavitud y dieran libertad a sus esclavos. Así poco a poco la esclavitud fue abolida y repudiada por la mayoría de los pueblos.
Pero aún persiste en nosotros un profundo egoísmo y un amor propio desmesurado que hacen que la esclavitud aún persista, pero más sofisticada. Por ejemplo, hay países que ejercen la esclavitud a través de las dictaduras políticas, a través de la economía permitiendo el endeudamiento de los países mas halla de sus posibilidades, a través de dogmas o creencias religiosas convirtiendo a sus creyentes en fanáticos capaces de dar sus vidas.
Somos libres en mente, alma y cuerpo, por lo tanto debemos decidir libremente sobre nuestros pensamientos, sentimientos y actos humanos. Es tal la libertad divina que poseemos que podemos ejercerla en forma positiva o negativa, por supuesto que con la concerniente respuesta de la ley, acercándonos un beneficio si obramos de acuerdo a la ley del amor o una experiencia dolorosa si hacemos lo contrario.
En el aspecto espiritual, estando en el espacio, utilizamos nuestro libre albedrío para decidir en que medios humanos realizaremos las experiencias kármicas y de tarea espiritual, necesarias para nuestra evolución y progreso.
Debemos saber entonces que antes de encarnar hemos elegido todas las experiencias de nuestra vida humana, tanto las felices como las dolorosas, aunque después como humanos no lo recordemos.
Los errores cometidos son siempre aplicando nuestro albedrío humano que nos permite discernir entre el bien y el mal, es decir que nos equivocamos conscientemente, por lo tanto no tenemos excusas.
A través de la elíptica evolutiva que abarca las etapas de densificación, sutilización y divinización vamos desarrollando las facultades divinas de amor, fe, discernimiento y voluntad.
El libre albedrío no se desarrolla sino que se "despierta" cuando hemos adquirido la conciencia espiritual (de bien y de mal); el discernimiento se va ampliando y la voluntad se va fortaleciendo a medida de nuestra evolución y progreso.
Esto permite aplicar nuestro propio criterio, siempre de acuerdo a lo que nuestra conciencia nos dicta. Por lo tanto, como humanos, tenemos el libre albedrío para obrar tanto en bien como en mal, pero solo podremos obrar mal hasta donde las leyes lo permitan, hasta donde le corresponda recibir a quienes tratamos de perjudicar, pues por ley "Nunca le llega a un ser algo que no le corresponda".
No obstante aunque nuestro deseo de mal no llegue al ser al cual está dirigido, contraemos aun así una deuda con la ley del amor, es decir, que tendremos que transformar esa vibración negativa en positivo recibiendo en consecuencia un dolor equivalente al mal deseado.
"Quien procede injustamente es más desgraciado que la víctima de su injusticia." DEMOCRITO |
Así como debemos defender nuestra libertad de acción basada en nuestro libre albedrío, también debemos defender nuestra libertad de pensamiento, de sentimiento, sin permitir que se nos impongan ideas o conceptos que nos obligue a separaciones, antagonismos, odios y toda otra vibración en desacuerdo con la ley del amor.
LIBRE ALBEDRIO
En la edad en la que el ser humano, comienza a tener uso de razón, aparece y toma forma su conciencia; al mismo tiempo, que se va desarrollando físicamente, aparecen las aptitudes, las facultades y las tendencias. La actividad de las funciones intelectuales y, su acción sobre los actos de conducta, lo predisponen a idear, a sentir y a proceder por necesidad; ese proceder, ese sentir y ese idear de todo ser humano, realizado por necesidad y en cierta forma determinado, es lo que se llama LIBRE ALBEDRÍO. El libre albedrío, se puede interpretar como la libertad del ser humano, para decidir sus acciones, haciendo uso de un razonamiento deliberado, reflexión que le ha de indicar lo que más conviene, dominando los impulsos o el automatismo. El libre albedrío, se puede considerar como propiedad intrínseca del ser humano; podríamos suponer, que es un Don Natural; y para hacer uso de este Don o Propiedad, tiene que recurrir a ciertos elementos o fuentes, de donde nacerán sus decisiones, de un lado: el juicio, la conciencia, la reflexión y la razón; del otro: el automatismo y el instinto. Para dar claridad al juego de estos elementos o fuentes, necesarios para tomar decisiones, y que son factores que influyen en la conducta y personalidad del ser humano, veamos el siguiente ejemplo: Un hermano, el día de hoy, desde temprano se siente dispuesto y animado, para asistir a los trabajos de logía; pero resulta que en su trabajo, en la calle y en su hogar; escucha con cierta frecuencia, comentarios sobre un encuentro deportivo, que por la noche habrá de televisarse; esto, hace que el hermano se sienta impulsado, a quedarse en casita a presenciar el evento. Pero este impulso de automatismo, se encuentra con la oposición de su propia conciencia, que le recuerda, que solamente por medio de una asistencia asidua y una dedicación sostenida, logra mejorar en lo intelectual y en lo moral. Es entonces cuando se produce el " diálogo interior ", en el que el resultado dependerá de su libre albedrío. Si no asiste, dominaron sus impulsos y el automatismo. Si asiste, es que hizo uso de su razonamiento y su conciencia; juzgó y reflexionó para decidir. El hermano en cuestión, si no asiste, se disculpará así mismo, diciendo: ¡Aquello fue más fuerte que mi voluntad! o dirá: ¡No pude evitarlo! De este ejemplo tan simple, también se puede deducir que el Libre Albedrío, le permite al ser humano, elegir con libertad los fines, los medios y formas de su actividad. Le da libertad para aplicar decisiones y actuar con conocimiento de causa, consciente de la responsabilidad de sus propios actos. -continúa- Veamos ahora una definición formal y científica de Libre Albedrío y algunos comentarios mucho muy sencillos al respecto. LIBRE ALBEDRIO.- Capacidad para aplicar decisiones y actuar con conocimiento de causa, que se forma en el transcurso del conocimiento de las Leyes del mundo real, en el proceso de dominio de estas leyes. Por otro lado, pensadores como Schopenhauer y Nietzche, defienden la idea de un albedrío absoluto; para ellos, es la fuente primaria de las decisiones de la voluntad, de la libertad; toman la libertad como esencia, como algo primario con relación al ser y a la existencia. Niegan que la voluntad esté predeterminada por condiciones o causas externas. Según ellos, " el hombre actúa independientemente, por decisión voluntaria y no por la acción de causas externas, ni por el mayor peso de unas razones sobre otras". Afirman que " nada puede forzar a la voluntad a elegir esto, en vez de aquello. La voluntad es precisamente la que elige". (El voluntarismo). A juicio muy personal, el Libre Albedrío no tiene sus origen sólo en motivos interiores e ideales; considero que las decisiones de la voluntad que llevan a los actos humanos, están sujetas también, a una condición o causa externa. Causa que pone en juego el razonamiento, la conciencia y la valoración de la acción. Considero que el Libre Albedrío, se haya vinculado a toda la estructura del individuo, a su razón, a sus sensaciones, a sus experiencias y a sus valores morales e ideológicos; siendo necesario todo ello, para tomar las decisiones En conclusión, el libre albedrío, no es otra cosa que la autonomía y la autodeterminación del ser humano. RAMON SALAZAR MALDONADO |
Debemos recordar que la ley utiliza todo en positivo, aún las vibraciones negativas que generamos mediante el mal uso de nuestro libre albedrío.
Con dichas vibraciones la ley hace que aquellos seres que lo necesitan pasen sus experiencias y puedan redimir sus errores superando la influencia de las mismas o los hechos que produzcan y no se desvíen hacia el mal. Esto permite que los seres que tienen contraídas deudas con la ley puedan saldarlas y lograr su evolución y progreso.
Repasando diremos que el libre albedrío es la facultad que nos permite elegir entre el bien y el mal que se halla determinado en nuestra conciencia espiritual (de bien y de mal) que formamos a través de todas nuestras experiencias en la etapa densificadora y también en la sutilizadora y que se refleja en nuestra conciencia humana.
La conciencia es la voz del alma; las pasiones son la voz del cuerpo. JEAN JACQUES ROUSSEAU |
Nadie puede decir que obrando conscientemente en negativo no sienta el reclamo de su conciencia humana. Cuando obramos negativamente nos sentimos mal, nerviosos y la mayoría de las veces se nos forma un nudo en la boca del estómago.
Recordemos siempre que nada escapa a la ley, que todo está dentro de la ley.
EL LIBRE ALBEDRÍO. La cuestión del libre arbitrio puede resumirse así: El hombre no es inevitablemente conducido al mal. Los actos que realiza no están escritos de antemano. Los delitos que comete no constituyen el resultado de un decreto del destino. Puede, con el carácter de prueba o con el de expiación, escoger una existencia en la que se verá arrastrado hacia el crimen, ya sea por el ambiente mismo en que se encuentre, o bien por las circunstancias que sobrevengan: pero siempre es libre de hacer o no hacer. Así pues, el libre albedrío existe en el estado de espíritu en la elección de la existencia y de las pruebas, y en el estado corporal en la facultad de ceder o resistir a las solicitaciones que nos hemos voluntariamente sometido. Cabe a la educación combatir esas malas tendencias. Y lo hará con provecho cuando esa educación se base en el estudio profundo de la naturaleza moral del hombre. Mediante el conocimiento de las leyes que rigen a esa naturaleza moral se llegará a modificarla, del modo que se modifica la inteligencia por medio de la instrucción y el estado físico por la higiene. El espíritu desprendido de la materia, en estado errante, elige sus futuras vidas corpóreas según el grado de perfeccionamiento a que haya llegado, y en esto sobre todo consiste, según dijimos, su libre albedrío. Esa libertad no se ve anulada por la encarnación. Si cede a la influencia de la materia es porque desfallece bajo las pruebas mismas que ha escogido, y para que lo ayuden a superarlas puede invocar la asistencia de Dios y de los buenos espíritus. Sin el libre albedrío el hombre no tiene culpa en el mal ni mérito en el bien. Y esto es tan reconocido, que en la sociedad humana se reprueba o se elogia siempre la intención, es decir, la voluntad. Ahora bien, quien dice voluntad está diciendo libertad, por lo tanto, el hombre no puede buscar una excusa para sus malas acciones achacándolas a su organismo, sin abdicar de su razón y de su condición de ser humano, para equipararse con el animal. Si es así para el mal, lo mismo será para el bien, pero cuando el hombre practica el bien tiene gran cuidado en que se le reconozca el mérito a él mismo y no a sus órganos, lo que prueba que instintivamente no renuncia a despecho de los que opinen algunos obcecados, al más bello privilegio de su especie: La Libertad de Pensar. ALLAN KARDEC. |
Dice el Diccionario: "Acción de discernir" - "Facultad de discernir con el pensamiento, especialmente el bien del mal".
El discernimiento tiene dos aspectos, el espiritual y el humano.
El discernimiento humano es la expresión del discernimiento espiritual.
Desde el punto de vista humano no debemos actuar emocionalmente, por impulso, sino que debemos aplicar el discernimiento mediante el análisis profundo de nuestros pensamientos, sentimientos, acciones y de nuestra palabra.
Este análisis debe ser hecho aplicando el conocimiento adquirido, razonando armonizadamente para actuar siempre positivamente con toda la fuerza de nuestro espíritu.
Debemos lograr la luz en nuestra mente y el amor en nuestro corazón para aplicarlo en todas nuestras acciones y proyectar sobre nuestros hermanos luz y amor. Nada podemos dar que no esté en nuestro interior.
Analicemos las circunstancias que nos llegan, pues muchas veces por evitar una discusión o evitar entrar en alguna polémica asentimos a las palabras que sabemos no corresponden y de esa manera reforzamos el concepto equivocado de nuestro semejante.
Es preferible decir "No estoy en condiciones de tocar ese tema", ó "Porque no lo dejamos para otro momento", ó "Disculpame pero me gustaría poder analizarlo un poco", pero nunca aceptar aquello que según nuestro discernimiento este equivocado.
El discernimiento espiritual es aquel que aplicamos, estando en el espacio, en una primera etapa, para formar nuestra conciencia de bien y de mal. Una vez lograda la conciencia se utiliza el discernimiento para ir incorporando las nuevas experiencias.
Además es utilizado para decidir en el espacio las características de nuestras encarnaciones definiendo las experiencias y superaciones a realizar en cada una de ellas.
Cuando nuestro espíritu está en el espacio, al hallarse libre de todas las limitaciones humanas y físicas, percibe por sensación la verdad con mayúscula, la verdad espiritual; toma contacto puro, sin interferencias, con todas las vibraciones espirituales, de tal manera que eso se traduce en su fe espiritual, fe de que todo lo que siente y sabe es verdad absoluta.
Esa fe va evolucionando junto con nosotros, es decir que a medida que logramos mayor punto evolutivo mayor es la fe porque es mayor la sensibilidad y la sabiduría, es mayor el contacto con lo divino.
Esa fe espiritual se manifiesta en lo humano en una fe limitada por los aspectos físicos.
Es algo interior que no se puede explicar, que por lo general se asocia a lo religioso, sin embargo a poco de analizarlo vemos que la fe es innata en nosotros, que está presente en todos los actos de nuestra vida.
Cuando iniciamos un estudio tenemos fe que nos será útil en nuestra vida laboral, cuando iniciamos un negocio tenemos fe en que nos ira bien económicamente, cuando nos casamos ponemos la fe en nuestra pareja y en el futuro.
Como vemos todo acto humano tiene su cuota de fe, aunque a veces no la percibamos.
Muchas veces sucede que algunos acontecimientos de nuestra vida humana nos dan la sensación de que todo se derrumba, que se desvanece aquello para lo cual hemos trabajado sin descanso, sin embargo, es ahí cuando renace nuestra fe y nos da la fuerza necesaria para no desmoralizarnos e insistir en el esfuerzo. En esa forma la fe hace que nuestros inconvenientes y fracasos se conviertan en valiosa experiencia para salvar los obstáculos y obtener el éxito.
La fe es, entonces, una fuerza poderosa de nuestra alma y aun cuando digamos "no tenemos fe en nada", que "no creemos en nada", eso no es exacto pues en definitiva aunque sea tenemos fe en nosotros mismos.
Si no existiera la fe humana, reflejo de nuestra fe espiritual, no tendríamos los adelantos técnicos y tecnológicos con que contamos, pues nuestros hombres de ciencia, nuestros inventores, no pondrían esa fe para obtener los resultados de sus investigaciones en las que ponen sus esperanzas.
Es su fe la que los impulsa a continuar esforzándose.
Con fe una muralla es una telaraña, sin fe una telaraña es una muralla. ANONIMO |
La fe nos acerca a Dios, la fe nos permite aceptar, por sensación de verdad aquello para lo cual no hay una explicación humana, pero que realmente sentimos que es así.
Sin fe no aceptaríamos la existencia de un camino espiritual, sea cual fuere el que elijamos, pues esa realidad espiritual no puede ser comprobada fehacientemente desde el punto de vista humano, aunque debemos admitir que la ciencia está cada vez más cerca de llegar a esa verdad insoslayable que es toda la creación.
El hombre sin la fe no puede conocer el verdadero Bien , ni la Justicia. Solo EL es su verdadero Bien. No existen más que tres clases de personas: unas que sirven a Dios, habiéndole encontrado otras que se esfuerzan en buscarlo, no habiéndolo encontrado otras que viven sin buscarle, sin haberle encontrado. Las primeras son razonables y felices, las últimas son locas y desgraciadas. Las del medio son desgraciadas y razonables BLAS PASCAL |
No obstante la fe debe ser razonada, debe ser analizada con todo nuestro conocimiento, debemos llegar a sentir que "ese es nuestro camino".
Una fe sin razón puede hacer que caigamos en el fanatismo, que aceptemos sin pensar, ideologías, creencias, dogmas, que luego en lugar de beneficiarnos nos perjudican, pues al aceptarlos solo por fanatismo nos hace obrar negativamente.
Esa fe razonada debe ser aplicada aún en los conceptos vertidos en estas páginas, debemos sentirlo como verdad, debemos estar convencidos que este es nuestro camino.
Al aceptar una enseñanza como las de estas páginas, lógica y pura en el concepto moral, ponemos la fe en nuestro discernimiento, pero aquellos que rechazan un camino espiritual, cualquiera sea, se basan en su propia fe para comprender y discernir.
En ambos casos existe la fe, tanto en la aceptación como en el rechazo, pues está implícita en todo nuestro accionar.
Debemos aclarar que cada uno de nosotros tiene su propio camino y eso quiere decir que no todos seguiremos estas enseñanzas, pues debemos sentirlas, tener alguna afinidad vibratoria con las mismas, que todos los conceptos vertidos estén acordes con nuestra lógica.
La fe busca apoyo en nuestro razonamiento o sea que quienes sentimos un aspecto de la verdad, nuestra mente razona esa verdad que siente y la acepta por encontrarla totalmente lógica; a eso se le denomina fe razonada.
Quiere decir que es un conjunto; no se puede tener fe sino se razona, y si se razona solamente y no se siente tampoco hay fe.
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